jueves, 5 de junio de 2008

EL CAMINO DE LAS BALLENAS
" Olas de plástico despiden mal "
Topo.
Millones de años atrás emergió arrastrándose del silúrico mar un animal
a medio camino entre pez y batracio. Con un gesto de alivio, pero mirando
de reojo y con desconfianza su antiguo hábitat, comenzó a colonizar el
seco e incómodo elemento.
Huir de un medio favorable a la vida para asentarse en tierra firme sólo
es explicable si imaginamos la variedad y tamaño de los monstruos que
antaño debían de poblar los océanos. Los diversos y numerosos
descendientes de ese temeroso espécimen debieron heredar en su código
genético el terror y el espanto hacia esas oscuras aguas.
Incluso los parientes más lejanos de ese ser conservamos aún un miedo
metapsíquico que intentamos exorcizar construyendo castillos de arena
frente a las olas o jugando sobre ellas con una tabla. Tambien solemos
ensuciarlo, quizás para conjurar la angustia...Sólo es comprensible, desde
esta perspectiva pánica, un pasaje del Apocalipsis de San Juan que dice
así : " tras la venida del Mesías, el mar ya no existirá "...
Cuando el miedo se combate con el desdén y a éste se le suma la codicia,
el desastre está cantado. Cualquier psicología de la evolución diría que
con toda nuestra basura detritos e innumerables desperdicios que arrojamos
y vertimos al mar generando una contaminación sin precedentes, tratamos
de acabar con el monstruo interior que portamos desde los tiempos más
remotos. Pero me temo que la avidez por el metálico elemento juega un
papel más importante en esa catástrofe que, de seguir así, confirmará por
otros medios parte del Nuevo Testamento, Dios-no-lo-quiera... Quizá
debiéramos aprender de las ballenas, delfines o animales parecidos que,
desandando el camino de aquél resentido bicho, volvieron a reconciliarse
con su pasado zambulléndose en aguas ya más pacíficas.

Julio Díaz Galán

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